Aquí confluyen las aguas que, en épocas de lluvia, caen al pie de la ermita.
Altar en el interior de la ermita.
Las cuevas naturales son lugares que, desde épocas remotas, han sugerido lo sagrado, teniendo en cuenta que esto puede ser evocado por cualquier accidente llamativo del paisaje. Algunos han relacionado la cueva con las entrañas de la tierra, con su naturaleza materna, con su fuerza generadora. Lo cierto es que, desde hace miles de años, el ser humano ha vivido en ellas, y, sobre todo, ha rendido culto en ellas a sus dioses. El carácter sagrado de muchas cuevas naturales ha persistido hasta hoy (24). En la Ribera burgalesa hay dos ermitas dedicadas a la Virgen de este tipo. La primera la encontramos en Hontangas, como ya hemos dicho; la ermita de la Virgen de la Cueva está en el centro del pueblo. Su portada es una esbelta espadaña barroca con hornacinas donde hay unas esculturas en piedra de estilo popular, que representan un programa iconográfico coherente. La cueva no es muy grande y el techo, bajo, agrietado en algunos lugares, por lo que hay varios pilares de apoyo. La leyenda, oída por mí innumerables veces desde niño, cuenta que varios soldados que estaban en Haza, una noche, vieron una luz bajo la peña y se acercaron a ella (25). Al penetrar, descubrieron que una lamparilla iluminaba una imagen de la Virgen. Intentaron llevársela a Haza, la cargaron en una carreta, pero los bueyes no quisieron moverse por lo que, al final, la dejaron allí, creyendo que esa era su voluntad. Quizá esta narración tenga algo que ver con que la Virgen de la Cueva es la patrona de la Comunidad de Villa y Tierra de Haza, que celebra allí una solemne romería periódicamente. Otro caso de cueva santuario lo encontramos en La Vid, con cuyos orígenes legendarios está relacionada. La ermita de la Virgen del Monte, ahora en lamentable estado de abandono y ruina*, se halla a unos tres kilómetros al sureste del monasterio, en el fondo de un vallecito que baja hasta el Duero, siguiendo la dirección SurNorte, en medio de un denso bosque de enebros. El fondo del valle está cerrado de repente por un paredón rocoso, donde se abre la cueva. Hasta ella sube una sendita junto a la que todavía se ven ruinas de algunas construcciones y una fuente. Dentro de la ermita quedan restos de un altar de yeso que parece de época renacentista; la imagen de la virgen está en la iglesia del monasterio.
Las cuevas
Las cuevas naturales son lugares que, desde épocas remotas, han sugerido lo sagrado, teniendo en cuenta que esto puede ser evocado por cualquier accidente llamativo del paisaje. Algunos han relacionado la cueva con las entrañas de la tierra, con su naturaleza materna, con su fuerza generadora. Lo cierto es que, desde hace miles de años, el ser humano ha vivido en ellas, y, sobre todo, ha rendido culto en ellas a sus dioses. El carácter sagrado de muchas cuevas naturales ha persistido hasta hoy (24). En la Ribera burgalesa hay dos ermitas dedicadas a la Virgen de este tipo. La primera la encontramos en Hontangas, como ya hemos dicho; la ermita de la Virgen de la Cueva está en el centro del pueblo. Su portada es una esbelta espadaña barroca con hornacinas donde hay unas esculturas en piedra de estilo popular, que representan un programa iconográfico coherente. La cueva no es muy grande y el techo, bajo, agrietado en algunos lugares, por lo que hay varios pilares de apoyo. La leyenda, oída por mí innumerables veces desde niño, cuenta que varios soldados que estaban en Haza, una noche, vieron una luz bajo la peña y se acercaron a ella (25). Al penetrar, descubrieron que una lamparilla iluminaba una imagen de la Virgen. Intentaron llevársela a Haza, la cargaron en una carreta, pero los bueyes no quisieron moverse por lo que, al final, la dejaron allí, creyendo que esa era su voluntad. Quizá esta narración tenga algo que ver con que la Virgen de la Cueva es la patrona de la Comunidad de Villa y Tierra de Haza, que celebra allí una solemne romería periódicamente. Otro caso de cueva santuario lo encontramos en La Vid, con cuyos orígenes legendarios está relacionada. La ermita de la Virgen del Monte, ahora en lamentable estado de abandono y ruina*, se halla a unos tres kilómetros al sureste del monasterio, en el fondo de un vallecito que baja hasta el Duero, siguiendo la dirección SurNorte, en medio de un denso bosque de enebros. El fondo del valle está cerrado de repente por un paredón rocoso, donde se abre la cueva. Hasta ella sube una sendita junto a la que todavía se ven ruinas de algunas construcciones y una fuente. Dentro de la ermita quedan restos de un altar de yeso que parece de época renacentista; la imagen de la virgen está en la iglesia del monasterio.
El canónigo Juan Loperráez escribió en el siglo XVIII que el monasterio "estuvo fundado en lo primitivo, con título de Monte Sacro, al otro lado del Duero hacia el norte, tres quartos de legua de distancia del actual, conservándose hoy en el sitio que ocupó la ermita con la advocación de nuestra Señora de la Concepción del Monte, en la concavidad de una gran peña" (26). Se equivoca al situar la ermita "al otro lado del Duero hacia el norte", pues está en el mismo lado del monasterio, la margen izquierda del río, y hacia el sureste. Por lo demás, es interesante el dato de que el monasterio se llamó en un principio de Monte Sacro, que sin duda tiene el sentido de «bosque sagrado». Es posible que en esa época no fuera sino un eremitorio rupestre, pues el monasterio del siglo XII, cuando se fundó con la donación del rey Alfonso VII fechada en 1156, se construyó ya en el lugar actual, junto al río, como atestiguan los restos del claustro románico descubiertos hace unos años.
La leyenda fundacional del monasterio de que la Virgen se apareció al rey, que cazaba por estos frondosos montes, sobre una vid entre zarzales, no parece tener nada que ver con la Virgen del Monte; el mismo Loperráez despacha esta aparición con la frase "suceso que sin duda inventó Auberto Mireo" (27.
Por otro lado, la cueva es el lugar de habitación de personajes míticos, como los moros, de que después hablaremos. En Moradillo, bajo la actual iglesia y cementerio, están las Cuevas de los Moros, ahora cegadas, pero según los habitantes del pueblo son a modo de subterráneos de un castillo y están llenas de tesoros que dejaron los moros. Con el mismo nombre encontramos otras en Fuentenebro, en la parte baja de la Peña del Castillo o Peñaflor; son pequeñas cuevas naturales donde vivieron los moros, según creencia popular. En Guzmán, se halla la Cueva de la Mora.
Julián Valle ilustró y diseñó la publicación de Arturo Martín Criado Vocabularío de la Ribera del Duero/Biblioteca-14 . Ayuntamiento de Aranda de Duero,1999.
* Como se ve en las imágenes, la ermita ya no está en ruinas.
1 comentario:
Por alguna extraña razón, me viene a la mente una historia fantástica con escondites y seres mitológicos. Buenas fotos...
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